I Gran Premio de Cuba, 1957
El 25 de febrero de 2007, se cumplieron 50 años de la primera carrera de Fórmula I en La Habana, llamada I Gran Premio Cuba. El circuito, trazado en el malecón, tenía casi 6 kilómetros por la zona del monumento al Maine, conocida hoy como La Piragua. La competencia se pactó a 90 vueltas, lo que significaba recorrer poco más de 500 KM.
A esta carrera concurrió lo mejor del automovilismo mundial de la época en el año 1957: 19 pilotos de 11 países y las tres marcas más famosas del momento. Juan Manuel Fangio, de Argentina, entonces con cuatro campeonatos, los británicos Stirling Moss (subcampeón) y Peter Collins (finalizó 3ro ese año), Eugenio Castellotti (campeón de Italia), los norteamericanos Masten Gregory (campeón de EE.UU.), Harry Shell, Carroll Shelby y Phill Hill y Alfonso de Portago (campeón de España). De Cuba, Alfonso Gómez Mena. Los autos: Ferrari, Maserati y Jaguar.
La Carrera
La voz inconfundible del argentino Manuel Sojit, locutor oficial del evento, gritó aquella palabra mágica: Largaaarooon.... Todos los autos se pusieron en movimiento cuando bajó la bandera a cuadros y el Malecón retumbó con el eco ensordecedor del rugido de los motores. Subió la adrenalina de los pilotos, mientras la emoción embargó a los 150 000 espectadores.
Salieron en punta Portago, Shelby y Moss, por ese orden. Fangio se retrasó y partió 8vo, sin embargo, no se apuró, esperó a que se despejara el forcejeo de las primeras vueltas y luego avanzó rápidamente. En el giro 13 ya rodaba 2do, detrás de Portago. En la vuelta 18, el Maserati de Moss, se incendió. En boxes le dieron el carro de Shell (otro Maserati) y salió de nuevo. En la vuelta 30, ya Portago y Fangio habían hecho un hueco entre ellos y el resto. Los seguía Castellotti en 3ro.
Portago, el héroe
Portago se escapa con su Ferrari y le saca buen tramo a Fangio, ante la consternación de todos. Castellotti va a boxes y no sale más. Con su Ferrari entra otra vez Luacs, en 5to, pues el suyo se averió. A la altura del giro 60, Portago sigue de líder mientras el público lo vitorea, ya casi saca una vuelta de ventaja a Fangio. En la 64, Fangio va a boxes, reabastece y se refresca. Vuelve a la pista en 2do lugar, sin problemas.
En la vuelta 69, Portago no pasa. El drama se vive en boxes: la tubería de combustible que va a la bomba, se ha roto, sus mecánicos son rápidos, pero no pueden evitar los 2.40 minutos perdidos. Regresa a la pista el español en 5to lugar, pero el público lo sigue aclamando: Alfonso Cabeza de vaa, Marqués del Portago había entrado en la historia del automovilismo cubano por la puerta grande. No ganará la carrera, pero su premio será inolvidable: La Copa de la Popularidad.
Ganó Fangio
Fangio toma la punta y no cejará durante las 21 vueltas restantes. Portago desarrolla un tren de carrera espectacular, implanta y rompe su propio récord al circuito doce veces: La velocidad promedio: 166.871 Km/h. Nadie lo podrá igualar. En breve avanza al 3er lugar. El público lo contempla en vilo, en boxes los mecánicos ni respiran.
Y así termina, cubierto de aplausos y de la admiración general. A las 3 horas, 11 minutos y 2 segundos de largar, el indiscutible Campeón del Mundo, Juan Manuel Fangio, cruzó la meta tranquilamente, en su Maserati de 3 litros. Su velocidad promedio: 158.296 Km/h. Y el pueblo aclamó también a Fangio, que precisamente ese año, 1957, se coronó campeón por quinta y última vez.
II Gran Premio de Cuba, 1958
El 24 de febrero de 1958 se celebró el II Gran Premio de Cuba de Fórmula I, que estuvo matizado por 2 sucesos que estremecieron a la opinión pública.
Este II Gran Premio de Fórmula 1, se efectuó en el mismo circuito del Malecón, que tenía 5 591 metros de longitud. A este circuito se le daban 90 vueltas, para así recorrer unos 500 kilómetros. En esta ocasión se inscribieron 32 pilotos de 12 países (10 más que la primera vez). Vinieron prácticamente todos los famosos que corrían automóviles por esa época. La ausencia más sensible fue la del español Alfonso Cabeza de Vaca, Marqués de Pora Cuba, donde no pudo correr porque fue secuestrado, se retiró.
A pocas horas del Segundo Gran Premio de Cuba, el domingo 23 de febrero de 1958, el mejor corredor del mundo fue secuestrado por el Movimiento Guerrillero 26 de Julio, comandado por Fidel Castro desde Sierra Maestra. Unas pocas horas después del secuestro de Fangio, la noticia ocupaba los titulares de los principales diarios y revistas de América y Europa. La revista cubana Bohemia señalaba: "En París, Londres, Nueva York, Roma, Ciudad México y Buenos Aires se le dieron importantes espacios en las primeras planas. Las agencias cablegráficas especulaban con el sensacional secuestro del más afamado automovilista del mundo". La Habana era noticia: el régimen político imperante, las motivaciones del Movimiento 26 de Julio y el estado de tensión en que se vivía quedaron bajo la lupa de todas las capitales del planeta.
Mientras el corredor argentino, a los cuarenta y seis años, era el piloto que más títulos había ganado en Fórmula 1, y era seguido por multitudes de espectadores, la dictadura cubana debía recurrir cada vez más a la represión ante la imposibilidad de manejar la situación pacíficamente. El secuestro fue un duro golpe para los proyectos de Batista. La situación era desconcertante. Se anunció que el propio general - presidente y jefe del Estado Mayor Conjunto asumían la dirección de las investigaciones. Después de la carrera, con su objetivo cumplido, los miembros del grupo revolucionario se enfrentaron a un nuevo problema: cómo liberar a Fangio sin que corriera riesgos. El temor provenía de la posibilidad de que la gente de Batista matara al corredor para culpar, y así desprestigiar, a Fidel Castro.
A veintisiete horas del secuestro, Fangio -sano y salvo- quedaba en mano de las autoridades argentinas. Una vez libre, recalcó ante los periodistas habaneros lo bien que había sido tratado. Fangio volvió a saber de los revolucionarios cubanos unos meses después del secuestro. Un año y medio después, con Fidel Castro a la cabeza del gobierno, Fangio recibió la prometida invitación. Arnold Rodríguez, otro de los secuestradores.